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Pocos lugares en este mundo son tan particulares como Jerez de la Frontera. La ciudad de la provincia de Cádiz posee una historia siempre vinculada al vino, una bebida responsable en gran medida de la gran fama e interés que ha generado siempre la zona.
La ciudad, su economía, su arquitectura, su patrimonio y su historia han estado siempre vinculadas a esta bebida. ¿Qué quiere decir esto? Pues que probablemente no encontraremos una ciudad tan particular en el mundo.
Estrabón, romanos, grandes viajeros o ingleses
Los vínculos entre Jerez y el vino nos remontan a época del viajero griego Estrabón, es decir, el siglo I a.C. El autor describió cómo la zona estaba llena de vides supuestamente de origen fenicio. Los yacimientos fenicios excavados en la zona del Castillo de Doña Blanca han confirmado esto, determinando que este pueblo fue el que trajo dicho cultivo a la región que denominaron “Xera”.
Ya en época romana el “Vinum Ceretensis” ganó una importante fama por todo el Mediterráneo. Lucio Moderato Columela recogió en su obra De re Rustica las características más particulares de los viñedos jerezanos: el tipo de suelo, de vides, la calidad del vino, el proceso de producción…
Durante más de cinco siglos permanecieron los árabes en la zona de Jerez o “Sherish”, que se consolidó como un centro mundial de cultivo de vid pese a la prohibición del Corán de consumir alcohol. Esto se debe a que más allá de su uso como bebida, se recurrió a las vides por las pasas o la producción de medicinas, perfumes y otros productos. Durante estos momentos solo se redujo el cultivo en menos de un tercio.
La ciudad caería en manos castellanas en tiempos de Alfonso X, en torno al 1264. Comenzó entonces un reparto de tierras entre la nobleza que se centró en la producción de vides y cereales. Es popularmente conocido que Fernán Ibáñez Palomino daría en estos tiempos el nombre a la variedad de uva más característica de Jerez: uva palomino. En estos momentos el vino jerezano o “sherish” (como era conocido en algunos países) ya llegaba y era muy demandado en territorios ingleses. Las viñas se convirtieron en una fuente de ingresos muy importante para la corona, lo cual llevó a Enrique III a proteger los cultivos mediante una Real Provisión en 1402.
Los vinos de Jerez comenzaron a probarse por todo el mundo con la colonización del continente americano. Algunos hitos de la época relacionados con esta bebida son, por ejemplo, el de que Magallanes en su viaje para dar la vuelta al mundo compró 417 odres y 253 toneles de esta bebida. También es popularmente conocida la historia de que el pirata Sir Francis Drake robó más de 3.000 botas de este manjar en su saqueo a Cádiz. La realidad es que los ingleses amaban esta bebida, se cree que hasta el propio Shakespeare consumía varias botellas al día en la Boar's Head Tavern.
Todo ello favoreció de forma importante a que la producción de vino pasase de las manos de pequeños productores a las de grandes inversores y empresarios de la época. La producción no se modernizó hasta que a finales del siglo XVIII cuando llegó capital inglés u holandés, que se hizo con una buena parte de la producción. Por desgracia, a finales del siglo XIX Jerez no pudo escapar de la filoxera que acabó con los viñedos franceses o italianos. La recuperación fue relativamente rápida gracias al uso de cepas americanas. Tras ello, los bodegueros jerezanos reclamaron protección del vino de Jerez frente a otras producciones mundiales con las que competían. Se consiguió con la publicación en 1935 del Reglamento de la Denominación de Origen Jerez y de su Consejo Regulador.
Consecuencias de su historia: una ciudad por y para el vino
Producto de una historia de esplendor económico e importancia comercial, la ciudad de Jerez posee una serie de monumentos. Destacan la Catedral de San Salvador, la Cartuja de Santa María de la Defensión o el Conjunto Monumental del Alcázar de Jerez y Cámara Oscura.
Todo esto se complementa con una serie de bodegas o rincones vinculados a la producción vinícola sin los que no podría llegar a comprenderse lo que supone y ha supuesto la ciudad. Un ejemplo serían las bodegas González Byass, conocidas por su marca “Tío Pepe”. El enoturismo, que cada vez atrae a mayor número de visitantes, se ha popularizado en la zona por todos estos motivos. A su vez, la cultura de la cría del caballo y la equitación en el entorno de Jerez ha hecho que la Real Escuela de Arte Ecuestre de Andalucía sea también muy visitada y un punto de interés.
Con todo ello podemos hacernos una idea muy clara de qué hacer en Jerez. Un rincón único en el que visitar desde grandes bodegas a lugares de gran interés y valor patrimonial.