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Sin duda alguna, la fortaleza de La Mota es una de las construcciones medievales con más historia de la península. Situada en el cerro del mismo nombre, en el municipio jienense de Alcalá la Real, por ella han pasado personajes icónicos como Alhamar, Alfonso X, los Reyes Católicos o soldados napoleónicos.
Su importancia, a nivel estratégico, llegó a situarla como el punto de referencia en la guerra entre Castilla y el Reino de Granada. Es por ello que tanto a nivel patrimonial como histórico es un enclave único.
Unos orígenes marcados por el conflicto.
Las primeras tropas norteafricanas llegaron a Alcalá la Real en torno al 713. Un enclave con vestigios desde tiempos paleolíticos y de gran importancia estratégica. Esto fue algo que supo ver muy bien el califa al-Hakem II, que mandó construir todo un entramado de atalayas para proteger esta zona. En aquel momento preocupaban principalmente las incursiones vikingas.
Pese a que la mayor parte de lo que podemos ver a día de hoy data del periodo comprendido entre los siglos XIII y XV, la fortaleza tiene sus orígenes varios siglos atrás. Concretamente, el recinto amurallado se proyectó en el siglo XI, siendo pocos los restos que quedan de este periodo en la actualidad. Esta temprana construcción se debió principalmente a la presión militar ejercida por los reinos cristianos, que avanzaban cada vez más. Y es que con la disolución del Califato y la escisión en taifas Alcalá pasó a formar parte del Reino Zirí, que tuvo innumerables problemas fronterizos. La forma de solventarnos no fue otra que con construcciones militares.
En un contexto turbulento de disputas entre almohades, almorávides y reinos cristianos fue cuando la fortaleza de La Mota se constituyó como tal. Una ciudad fortaleza producto de la conflictividad propia de un territorio fronterizo como es Alcalá la Real, como ya se ha comentado. Fue en estos siglos, bajo el gobierno de la familia Banu Sa'id, cuando la ciudad alcanza un periodo de máximo esplendor en todos los sentidos: literatura, ciencia, artes varias…
De la conquista cristiana a la Guerra Civil
Ya con prácticamente la totalidad de la península bajo el gobierno de los reinos cristianos, La Mota se convirtió en un enclave vital para el control fronterizo del Reino de Granada. Tras un periodo de turbulentas disputas y conflictos, que culminó con la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y la victoria cristiana, se firmó el Pacto de Alcalá (1265). Este tratado, firmado dentro del propio recinto amurallado de La Mota, fue un compromiso de paz entre Alhamar (primer rey nazarí) y Alfonso X. Ambos acordaron con este encuentro relajar la tensión fronteriza existente entre nazaríes y castellanos.
La realidad es que poco más de un siglo después la ciudad y la fortaleza cayeron en manos castellanas. Alfonso XI sitió la ciudad en 1340, precipitando su caída en pocos meses, ya en 1341. Desde entonces, el enclave fronterizo se convirtió en un punto clave para el control castellano de los límites con el Reino Nazarí. Precisamente, es necesario mencionar que fue este monarca el que le dio la denominación de “la Real”.
De este popular asedio nos quedan vestigios realmente interesantes. La conocida como “ciudad oculta” es una red de galerías que transcurren por todo el cerro de La Mota y que comunicaba la parte alta con los arrabales. Al parecer, estas fueron utilizadas por las tropas cristianas para envenenar los pozos de agua de la ciudad. Cabe mencionar que en esta zona se ubica también un nevero, usado durante siglos para conservar nieve y hielo junto a diferentes alimentos.
Con la toma castellana, la fortaleza y Alcalá en sí tuvo un valor estratégico y fue un lugar en el que era frecuente que se concentrasen tropas. De hecho, los propios Reyes Católicos pernoctaron en la zona en varias ocasiones hasta 1492, cuando Granada se rinde. Desde ese momento, Alcalá pierde su importancia estratégica.
A lo largo de este periodo la fortaleza sufrió diferentes transformaciones. Hasta la caída de Granada, las donaciones castellanas posibilitaron una serie de reformas y nuevas construcciones. Posteriormente, la falta de financiación restringió la expansión y las reformas posibles. Cabe destacar la construcción de la iglesia Mayor Abacial, en 1530, fundada al mismo tiempo que la Abadía de Alcalá la Real. Un templo renacentista erigido sobre uno de corte gótico realmente espectacular.
Precisamente, la iglesia sufrió importantes daños tras la Guerra de Independencia, en 1812. Las tropas francesas, que habían ocupado la fortaleza durante dos años, decidieron incendiar parte de la fortaleza como parte de su plan de retirada ante el avance español. El templo sufrió daños en la bóveda y la fortaleza vio degradadas algunas de sus zonas. Un proceso de degradación que se incrementó en época de la Guerra Civil, cuando el recinto sufrió impactos de bala y artillería. Desde 1993, cuando es declarada Bien de Interés Cultura, el monumento ha sido restaurado en diferentes ocasiones y las labores de conservación posibilitan su buen estado.
Como se puede apreciar, la fortaleza de La Mota es un enclave de gran riqueza patrimonial e histórica, al igual que toda Alcalá la Real. Un lugar de obligada visita para toda aquella persona que quiera comprender un poco mejor la historia de nuestro país. Y es que como hemos relatado sus muros y almenas son testimonio de paz, guerra y cambios.