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La ciudad de Sevilla fue la metrópolis de referencia en Europa durante buena parte de los siglos XVI y XVII. El comercio con Indias encumbró a la urbe andaluza y la convirtió en un lugar realmente popular. Pero la realidad es que fueron también tiempos oscuros para la población sevillana, que padeció continuas epidemias de peste.
Es complicado establecer unos factores que determinen por qué Sevilla se vio afectada durante varios siglos por esta enfermedad. Los siglos XV y XVI fueron los más duros, coincidiendo con los momentos en los que la ciudad se convirtió en el puerto clave para el comercio de las Indias con Europa. Precisamente, el gran número de población, el ser un centro de recepción de viajeros de todo el mundo y las condiciones insalubres propias de las ciudades de la época son factores que en conjunto pueden definirse como “incendiarios”. Sevilla no tenía unas condiciones más propicias para la epidemia, la diferencia probablemente estuvo en que en esos momentos era el punto comercial de referencia a nivel europeo. Una vez comenzó su decadencia, en el siglo XVII, las grandes oleadas de la enfermedad finalizaron.
La realidad es que entre la imponente Catedral y el bullicioso comercio, la miseria se entremezclaba con epidemias de peste, dando lugar a una combinación de luces y sombras.
“El mal pestilente” comenzó en el siglo XIV
Es difícil establecer cuándo comenzó la historia de la peste y Sevilla. Se sabe que en torno a 1349 se produjeron los primeros contagios, producto de la llegada de la enfermedad a Europa. Era la primera “gran ola” que llegaba al continente europeo, que se dejó sentir poco en la ciudad. Según las crónicas musulmanas y cristianas de la época, la Yersinia pestis, bacteria que produce la enfermedad, no produjo grandes estragos.
En 1363, la ciudad sufrió otra vez las consecuencias de la enfermedad. En esta ocasión la mortalidad fue mucho mayor y se organizaron incluso enterramientos colectivos. El médico Juan de Aviñón, en su obra Sevillana Medicina (1545), relata precisamente la gran mortandad de esta nueva oleada de peste bubónica. Además, habla de nuevos brotes en 1374,1383 y 1399, este último bastante grave pues coincidió con hambrunas e inundaciones.
Durante el siglo XV la epidemia no atacó con virulenia y aunque se registraron casos, no parecieron ser relevantes. No se puede asegurar tampoco que fuese esta bacteria la que provocó las muertes de las que se la responsabiliza en ocasiones durante este siglo.
La peste atlántica, un contexto digno de serie
Juan Ignacio Carmona García, catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Sevilla, señala en su obra La peste en Sevilla (2004) las diferentes epidemias pestíferas sufridas por la ciudad hispalense. En el siglo XVI, indica cómo pudo haber cinco grandes brotes de peste bubónica, en 1507, 1524, 1568, 1582 y 1599. Esta última, que coincidía con el final de siglo, fue bautizada como “peste atlántica” puesto que entró por las costas atlánticas del norte peninsular.
Las consecuencias del último ataque de la enfermedad en el siglo XVI se aprecian muy bien en “La Peste”, serie producida por Movistar + en 2018 y que cuenta con dos temporadas. En la producción se representan los estragos de la enfermedad, pero también la caótica situación política, económica y social de Sevilla. La corrupción, el esclavismo, el poder inquisitorial, la pobreza o la falta de medios para atajar la epidemia crean un entorno realmente oscuro que nos refleja el lado más macabro y miserable de la urbe.
Precisamente, la serie plantea muy bien cómo se intentaron tomar medidas ineficientes. Una de ella fue el cierre de la ciudad. Nadie podía entrar ni salir de la misma, aunque lo cierto es que el recinto amurallado tenía ciertos espacios por los que salir sin ser visto y muchos de los guardias aceptaban sobornos. Los hospitales no eran suficientes y se tuvieron que crear lazaretos junto al Hospital de la Sangre (actual parlamento de Andalucía) y Huerta del Rey, en la zona del Prado de San Sebastián y San Bernardo.
La serie también se toma “la licencia” de incluir algunos aspectos más propios de la Gran peste de Sevilla, el ultimo gran azote de la enfermedad en la ciudad. Esta tuvo lugar en 1649 y acabó con la vida de 60.000 personas, en torno al 45% de la población. Fue un brote virulento, que coincidió con un periodo de hambrunas y cuando el comercio con las Indias decaía. La ciudad colapsó mucho más que a finales del siglo XVI. Prueba de ello fueron los enterramientos masivos o “carneros” en el Prado de San Sebastián, Triana y la Macarena. Fue el punto final a la grandeza de la urbe, que acabó pobre, despoblada y sin recursos económicos y sociales.
Más allá de la peste
Durante estos siglos en Sevilla se entremezcló la epidemia con otra serie de elementos propios de película. Acontecimientos, rituales y elementos de la cultura popular que unidos a la epidemia crearon una atmósfera realmente oscura.
Un ejemplo sería el de la Procesión de los Huesos. La Hermandad de la Caridad tenía como obligación dar sepultura a todas las personas pobres que no podían permitírselo, a vagabundos, personas no identificadas, condenados a muerte y extranjeros. Todos estos últimos eran sepultados fuera de la ciudad, extramuros. El Viernes de Dolores, los hermanos de la Caridad se desplazaban a esas sepulturas y desenterraban los cadáveres, guardándolos en las “cajas de huesos” o reacondicionándolos para procesionar. Cajas y féretros se trasladaban a la Iglesia de San Jorge, allí permanecían sobre un túmulo negro hasta el Domingo de Ramos, cuando procesionaban hasta el Colegio de San Miguel (actual Plaza del Cabildo), donde se sepultaban. Esto es solo un ejemplo de la "otra" realidad que vivió la ciudad hispalense en esta época.
Conocer la Sevilla de este periodo es algo realmente interesante, pues puede acabar con muchos de los estereotipos de ciudad “próspera” y “magnífica” que se suelen tener. Para ello, no hay nada mejor que la visita guiada por la Sevilla de la peste.