Castillo de Santa Florentina

El castillo de Santa Florentina, se construyó sobre una antigua villa romana –“Domus”-, que era un núcleo urbano y de producción vinícola. En el siglo XI, fue convertido en una masía fortificada, para evitar las incursiones piratas que había en aquella época.

En el siglo XIV, bajo la propiedad de Ferrer de Canet -bisnieto de Gilabert-, la Domus alcanzó su máximo esplendor. Éste obtuvo permiso para fortificar la casa con dos torres de bella construcción en el portal medieval, para proteger la casa de los asaltos y de las invasiones piratas en el mediterráneo.

Cuando su hijo Arnau incorporó los dominios de Besora i Montesquiu casándose con la marquesa de Bosara, la Domus estuvo bajo la advocación y denominación de Santa María, dedicándosele una capilla en su interior.

A finales del siglo XIX, siendo Ramón de Montaner i Vila fue propietario de la Domus y un importante empresario editorial de Barcelona, encargó a su sobrino, Lluís Doménech i Montaner -arquitecto modernista-, la restauración y ampliación de la Domus. Dicho arquitecto, fue uno de los máximos exponentes del Modernismo catalán. Diseñó los 3.000 metros cuadrados habitables del Castillo de Santa Florentina. Su equipo estuvo formado por los mejores artistas de la época, e introdujo vitrales coloreados con símbolos religiosas, grandes piezas de mármol con artesonado para el suelo, maderas talladas en los techos, cerámicas, vidrieras, hierro forjado, esculturas que armonizasen un espacio equilibrado de luz, color, formas y volúmenes.  

Finalmente, el proyecto resultó ser una residencia palacio con elementos de estilo medievalizantes y románticos propios de castillo, guardando armonía con la estética creativa del Modernismo. Su reforma se inspiró en elementos tanto medievales, como modernistas y neogóticos, dándole una mayor distinción al castillo.